miércoles, julio 04, 2007

EL CABALLO DEL EMPERADOR CHINO Y FERNANDO ALONSO


Dicen que los escritores tienen pánico a la hoja en blanco y que empezar es la parte más difícil. Según parece la desértica blancura de un folio limpio tiene efectos bloqueadores para cualquier escritor. Pues yo discrepo. Personalmente nunca me ha intimidado. Cuando se tienen buenas ideas en la cabeza y medianamente bien ordenadas, el hecho de transcribirlas es casi anecdótico. Tan solo es trabajo “bruto”, como rellenar un informe burocrático o corregir un examen de primaria. Basta con un poco de maña, de oficio o de práctica…


Hay un cuento oriental que sirve de ejemplo ilustrador. El emperador de China fue a visitar a uno de los más admirados pintores del reino que vivía en las montañas, alejado de todos. El emperador sentía predilección por los caballos y le pidió que pintara uno con la única condición que fuera la mejor pintura de un caballo que se hubiera hecho nunca. El pintor aceptó sin remilgos pidiéndole una gran cantidad de monedas de oro y un año de tiempo a lo que el emperador accedió.

Pasó un año y el emperador volvió a visitar al pintor. Su decepción fue enorme al ver que el artista ni siquiera había empezado a trabajar. Durante un año había estado mirando la tela y aún no había pintado nada. Ni un solo trazo, ni un boceto… El pintor pidió más oro y un año más de margen y finalmente convenció al emperador para que aceptara.

Pero pasó otro año y el pintor seguía sin haber tocado la tela. El emperador, sintiéndose engañado, se fue a las montañas con unos soldados para matar al farsante. Pero justo antes de que le atacaran, el pintor lanzó un par de trazos rápidos y firmes y dibujó el mejor caballo que el mundo haya visto. Según parece, el emperador quedó tan satisfecho que le perdonó la vida y le dio aún más dinero.


La mayoría de “creadores” que hablan de la página en blanco sencillamente son perezosos. Es más cómodo esconderse detrás de un tópico que se supone que afecta a grandes escritores antes que reconocer que son unos perros y que el verdadero problema es que les da palo ponerse a escribir un cuento. Exactamente igual que a un albañil le puede dar pereza empezar a levantar una pared.

En verdad el oficio de escribir es similar a cualquier otro sólo que si te sale bien como que viste más. En casi todos los oficios se requiere una parte muy importante de esfuerzo, de dedicación… como queráis llamarle. Y una parte de capacidad innata o talento. Eso facilita mucho las cosas.


En el mundo de las letras se suele exagerar el papel de la llamada “inspiración” hasta llegar a personificarla en pequeñas musas. Picasso solía decir que la inspiración existía pero que tiene que encontrarte trabajando.

La telebasura del estilo Aquí hay tomate parece que actúa como una potente droga que primero atonta, después duerme para acabar finalmente matando cualquier retazo de inspiración creativa. Y no lo digo yo; lo dicen 9 de cada 10 dentistas.

En mi opinión hay dos cosas que marchitan la capacidad creativa más que cualquier otra cosa.


- un creador perezoso o, si queréis, que no tiene agallas para ponerse a escribir

- un ambiente rutinario y aburrido del que apenas se puede extraer nada


Yo cuento los días para acabar mi agobiante trabajo que, entre otras cosas, es más aburrido que pasarse dos horas mirando el programa de la lavadora. O aún peor… Más aburrido que ver una carrera de Fernando Alonso.

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