WOODY ALLEN, MON AMOUR
Últimamente Woody Allen está de moda. O quizás esto sólo se da en Europa, más concretamente en España, o mejor aún en Catalunya… y ya que nos ponemos a concretar, en Barcelona. Recordaré (más que nada por si alguien es un marciano) que Woody rodará este verano su peliculita de cada año en Barcelona. Los protas serán Javier Bardem, Penélope Cruz y también Scarlett Johansson, que la verdad es que todos los hombres estamos ya hartos de verla. ¡Y que se cubra más, por Dios!
La noticia de este rodaje nos llena a todos de gozo y la verdad es que está teniendo una cobertura mediática más propia de un futbolista de elite que de un cómico judío. Y para mí gusto excesiva. Damos un cante provinciano cutre, a lo Bienvenido Mr. Marshall pero en versión catalana que da como vergüenza. En el Club incluso han dedicado una sección diaria para saber donde está, que come y que caga. De repente a todo el mundo le entusiasma el Sr. Allen. Y no sé porqué… quizás porque yo he visto casi todas sus películas o porque me hace reír desde que era niño pero me da en la nariz que esta gente miente como bellacos.
El Sr. Alcalde se le ha ofrecido para todo (mamadas inclusive) con tal que la película ayude a multiplicar las cifras de turistas que vienen a Barcelona. Los reporteros de muchos programas no paran de acosarlo por la calle para saber por donde pasea, en que restaurantes va a comer, si ya ha escogido escenarios… No quiero ni pensar cómo se le echaran encima en julio, cuando esté en una calle emblemática intentando rodar algo… ¡Que tiene más de setenta años y ya no está para estos trotes!
- Woody, mírame a los ojos...
Ayer recibió la distinción de doctor honoris causa en la Pompeu Fabra. Y yo estuve ahí. Es curioso que una persona que le suspendieron en el primer año, ahora llegue a Barcelona y le den el más alto honor que puede dar una universidad tan prestigiosa. Fui a la Pompeu con unos amigos para ver a mi REALMENTE admirado Woody Allen. Entramos en una sala cercana a donde se hizo la ceremonia y que estaba preparada con una enorme pantalla. Por supuesto esa sala estaba repleta de estudiantes. Para hacer tiempo pusieron una selección de gags de sus películas y me sorprendía escuchar comentarios de algunas personas del tipo “esto es un coñazo, yo me voy…”. O sea, si se aburren con sus películas… ¿por qué van? Yo nunca iría, por ejemplo, a un acto de Fernando Alonso.
Después fuimos a la entrada de la sala donde lo vimos salir de la universidad a través de un cristal. Estaba muy cerca, a un par de metros e iba a paso lento, cogido del bracito como un niño frágil. Casi como el Sr. Burns, aferrado a su Smithers. Los que nos habíamos acercado le aplaudimos y vitoreamos como alguien como él se merece y él nos saludó sonriendo mientras blandía un clarinete que no llevaba en la cerimonia. En el instante inevitable en que nuestras miradas se cruzaron yo pensé “este hombre seguro que no vuelve por aquí”. Se cansará de nosotros, una cuadrilla de provincianos y paletos que lo aplauden absolutamente todo. Julian Muñoz, el novio de Ana Obregón pero también al mejor cómico de los últimos cincuenta años. Todo vale en los caminos del borreguismo. El único requisito es que salgan por la tele.
Y no sé porqué, al cabo del rato, me lo imaginé en su apartamento de Manhattan, hablando con acento de Albacete a lo Hora Chanante y suspirando: “Pero mira que son pesaos estos catalanes... ¡Pero qué cansinazos!”
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