jueves, septiembre 20, 2007

SONATE VOM GUTEN MENSCHEN

Mis camaradas del Club de Amigos de Adolf Hitler siempre me dicen que ponga un título en alemán, que viste mucho. Y mira por donde, hoy les he hecho caso. No, es broma… El título quiere decir “Sonata a un buen hombre”, pero no se refiere al Furher, precisamente.

Acabo de ver la prestigiosa película La vida de los Otros y la verdad es que me ha impresionado. Todos los que la habían visto me decían que era una pasada pero no me acababa de convencer. Le había quitado el Oscar a mejor película de habla no inglesa a mi querida Laberinto del fauno, y además yo siempre he despotricado del cine alemán. Aparte de Metropolis y cuatro cosas del expresionismo siempre he considerado el cine alemán como un ente fría, sin vida. Un aparato eficiente a ratos y en todo momento gris y aburrido. Si quiero un buen coche o una buena impresora, dadme algo alemán porque todos sabemos lo trabajadores y eficientes que son esta gente. Pero si lo que busco es un cuadro con alma tendré que buscar en latitudes más mediterráneas. Ha habido artistas alemanes, de acuerdo. Pero sus escritores y filósofos tienen una merecida fama de pesados que me tira para atrás.

Dicho todo esto no tengo problemas para reconocer mis errores. La vida de los Otros no sólo me parece muy superior al Laberinto sino, de hecho, a la mayoría de películas europeas que recuerdo. Tiene algo que precisamente pensaba que el cine alemán estaba desprovisto: alma. El film es una sonata a un buen hombre que trabaja en la Stasi (la policía política de la Alemania Oriental), un lugar no demasiado propicio para potenciar su humanidad.


Como buen izquierdista-pancartista que soy no me entusiasmaba la idea de una película muy crítica con la RDA. Recuerdo que tenía un profe en la universidad que decía que no solemos condenar los crímenes cometidos por los anarquistas durante la guerra civil con la misma dureza con la que hablamos de los asesinatos fascistas. ¿Qué se le va a hacer? A Aznar se le ponían los dientes largos cuando podía criticar a la dictadura castrista pero yo no recuerdo que haya dicho nunca nada feo de Franco y sus amiguetes.


Pero no divago más. Después de Goodbye Lenin, La Vida de los Otros da una visión de la antigua república germano-oriental mucho menos amable. Nos presenta un estado policial obsesivo y paranoico donde cada ciudadano es o puede ser un confidente de la policía. ¡Y tú ves que el prota es un comunista de manual pero a pesar de ello la STASI se empeña en buscarle las cosquillas!


No es difícil notar ciertas similitudes con la situación actual. Cuando Estados Unidos se empeña en desconfiar de todo el mundo, de perseguir a los “malos patriotas”, de espiar a sus ciudadanos en nombre de la libertad... (¿no os parece la típica contradicción de un sicótico?) Y aparece esta película y le dan un oscar. No nos engañemos, los estados que crean esta tela de araña de control absoluto son los que acaban cayendo como fruta madura. La RDA de los años 80 ya no se aguantaba por ningún lado. Antes se creaban muros para que la gente se quedara “voluntariamente” en sus maravillosos paraísos socialistas. Ahora, en cambio, se edifican muros de miles de kilómetros para que los mexicanos más pobres no se introduzcan en la tierra de las oportunidades. Estas contradicciones me harían gracia sino hubiera muerto gente. O si no siguieran muriendo.


Después de ver La vida de los Otros aplaudes la llegada de Gorbachov y la reunificación alemana que, con sus defectos y virtudes, acabaron con una sociedad podrida e injusta. En la vida real, algunos seguimos mirando al horizonte esperando una nueva perestroika, pacífica y, si puede ser, más ordenada y eficiente que la rusa. Donde la libertad y la igualdad no sean a medias o estén mal aplicadas. Y sobretodo un sistema donde la fraternidad sea algo más que una palabra bonita.


Pero mientras esto no pase, siempre nos quedara esta película maravillosa dedicada a todos esos Gutens Menschens (buenos hombres).

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