miércoles, junio 17, 2009

LA CALLE DE LA FELICIDAD

El caso es que nunca me había detenido a pensarlo... pero cuando paseaba por la calle X en el Born siempre me ponía de buen humor. Aún no sé exactamente el motivo, si es que hay alguno, pero mi mente empezaba a pensar en cosas alegres. Me asaltaban sensaciones cálidas o recuerdos divertidos. ¿Alguna vez habéis ido por la calle y de repente os viene a la mente una anécdota realmente tronchante? Seguro que sí. Y no podéis disimular una sonrisa cuando pasa esto; aunque estéis en la calle, en el metro o en una entrevista de trabajo. Es algo estúpido y os da vergüenza por si alguien os ve riendo solos sin venir a cuento pero es algo que no se puede evitar. Bueno, pues cuando entrabas en la calle X del Born de Barcelona siempre te cruzabas con alguien que se le escapaba una risita.


La de veces que mis pies me habían llevado a ese lugar en momentos de tristeza o depresión sin que yo fuera realmente consciente... Y la misteriosa calle me servía de bálsamo y siempre había salido un poco más reconfortado. Un día intenté descubrir el secreto pero no encontré nada de particular. Ni había marihuana en los balcones, ni sonaba música de una flauta mágica ni nada por el estilo. Sencillamente pasaba. Como esas viejas leyendas que dicen que el mar limpia los corazones de los marineros. Quizás es que esa calle limpiaba los corazones de los caminantes...


Alguien, con una mentalidad más analítica que la mía, también se debió preguntar por el secreto de todo esto. Y hace un par de años se anunció a bombo y platillo que la calle X del Born de Barcelona tenía propiedades curativas. El alcalde asociaba a su partido político aquellas ventajas; los turistas se acercaban en masa y un gran número de ciudadanos tristes y deprimidos buscaban una felicidad que no viniera en cápsulas. Como os podéis imaginar, a partir de entonces, cuando paseo por la calle X no siento nada en particular. La muchedumbre sigue visitándola como una atracción turística pero creo que nadie ha vuelto a sentir aquella extraña y reconfortante sensación de bienestar. Es una calle como cualquier otra. ¿Pero quien sabe? Puede que un día de estos, cuando la gente se olvide un poco de esta “atracción” yo pueda volver a sonreír cuando dé una vuelta por ahí.


No me extrañaría que pronto se destape una calle de propiedades parecidas en una calle del casco antiguo de una ciudad europea. Puede que sea Praga o Viena o incluso Budapest. Pero estoy seguro que cuando esto suceda, la magia se evaporará muy pronto.


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